Los negocios relacionados con el placer (véase, la pornografía, las líneas eróticas, los chats porno o la prostitución) han sabido aprovechar de manera eficiente los avances tecnológicos. En el caso de la prostitución, no solo ahora está aceptada por la mayoría de la población, sino que también emplea el mundo virtual (páginas de contactos, redes sociales…) para revestirse de elegancia. En Latinoamérica, a las trabajadoras sexuales ahora se denomina «kines» o «chicas prepago» y no necesitan andar por las calles o en los prostíbulos.
A la mayoría de los ciudadanos de los países europeos y Norteamérica siempre les ha fascinado Sudamérica a la hora de tratar el tema de la prostitución. Los países latinoamericanos siempre han sido considerados como La Meca del placer. Un continente donde las regulaciones no han sido tan estrictas como en Occidente. Además, las sociedades latinas siempre se han caracterizado por tener una mente mucho más abierta a la hora de tratar los tabúes sexuales. Un claro ejemplo de ello lo podemos percibir en los periódicos de países como Colombia, Venezuela, Brasil o Argentina.
Mientras que en los boletines occidentales los anuncios relacionados con la prostitución se disimulan, los periódicos latinos muestran estos servicios sin ningún tipo de pudor. No obstante, esto se debe en realidad al uso de un término diferente al de “prostituta” o “chica de compañía”. Desde hace años, en las primeras páginas de los teletipos latinos aparecen anuncios con las famosas «kinesiólogas». Palabra que proviene de las masajistas profesionales que terminaban su trabajo con el popular «happy ending» (en castellano, final feliz).
Cuando afirmamos que en los periódicos latinos nadie se esfuerza en disimular la oferta de servicios sexuales, lo decimos porque no hay que ser muy avispado para darse cuenta de lo que oculta esta descripción. En realidad lo que se está ofreciendo no es un servicio de masajes, sino un completo de «kines» (prostitución). Un término que lleva años generalizado en los principales diarios de Colombia, Venezuela, Perú, Brasil o Argentina. Como cabía esperar, ahora los latinos confunden el término «kines» con «kinesiología». Y es que si el primero hace referencia a un servicio de prostitución; el segundo, se refiere a una disciplina que aborda los movimientos fisiológicos y biomecánicos.
Con la llegada de Internet a los hogares de este continente, esta expresión se fue popularizando en la red. Ahora se pueden ver cientos de anuncios con el término «kines» en sitios de vídeos XXX o plataformas de chats porno. Incluso, muchas de estas mujeres también emplean las redes sociales para publicitarse. Montan perfiles donde aprovechan para subir fotos sugerentes, descripciones sobre su físico, tarifas y preferencias sexuales. Gracias a ello consiguen atraer muchos clientes sin moverse de casa.
El fenómeno de las «chicas prepago» también es otro ejemplo similar al anterior. De nuevo, hablamos del uso de un eufemismo para referirse al oficio más antiguo del mundo. Servicios de prostitución anunciados por medio de términos que tratan de esconder la naturaleza de los mismos. Cualquier palabra sirve para evitar entrar en conflicto con lo que la sociedad considera políticamente correcto. Una lacra en nuestra en pleno siglo XXI. Una hipocresía por parte de la mayoría de la población, quienes son precisamente los que después van corriendo a un prostíbulo en busca del placer.
A pesar de estos inconvenientes, y puede que también se deba al hecho de que los latinos sean más permisivos sobre estos temas, muchas mujeres latinoamericanas no se esconden tras estos términos. Muchas aceptan ser denominadas Escorts. No evitan poner de forma voluntaria la palabra «prostituta» en los periódicos o en Internet, con o sin masajes de por medio. Chicas –en especial, de entre 18 y 35 años- que necesitan ganar dinero por necesidad, en muchas ocasiones.
Debido a la precaria situación económica que se vive en estos países, muchas mujeres acaban prostituyéndose para poder pagar las facturas o sus estudios. Por supuesto, también hay otras que simplemente lo hacen por codicia: para tener un vehículo mejor, para pagarse unos implantes, para costearse cirugías estéticas…
Como en cualquier otra parte del planeta, la irrupción de los chats porno ha supuesto una nueva oportunidad para millones de mujeres. Tanto para aquellas que valoraron entrar en la prostitución como las que simplemente lo hacen por placer. A través de esta industria las mujeres no necesitan correr ningún tipo de riesgo relacionado con la prostitución: enfermedades de trasmisión sexual, embarazos no deseados, desórdenes alimenticios, problemas físicos o psicológicos… Esta nueva profesión permite que millones de mujeres –también hombres- alcancen una estabilidad económica y laboral que muchos otros trabajos – sobre todo, en países pobres- no les pueden ofrecer.
Además, las mujeres que consiguen ganarse cierta popularidad en los chats porno también suelen ser muy reconocidas en otras facetas. Por ejemplo, como influencer en redes sociales con las que generan más ingresos. Por si no fuera suficiente, trabajar en los chats porno resulta mucho más seguro que en otros negocios de placer. Las plataformas de sexo en vivo garantizan absoluta discreción y confidencialidad. Algo que, por ejemplo, en la prostitución suele ser un gran problema.