El BDSM —siglas en inglés que agrupan Bondage y Disciplina, Dominación y Sumisión, Sadismo y Masoquismo— ha sido durante buena parte de su historia una práctica subterránea, estigmatizada, muchas veces mal representada, perseguida o censurada. Pero hoy tiene una visibilidad muy distinta: aparece en el cine adulto, las webcams porno, el cine convencional, la música, la moda, las redes sociales y hasta en discursos públicos sobre sexualidad, consentimiento y poder. ¿Cómo se llegó hasta aquí? ¿Cuáles han sido los hitos y cuáles los riesgos de esta “normalización” o al menos de esta visibilidad creciente? A continuación, se exploran los principales factores, las etapas históricas, ejemplos y controversias que han marcado este proceso.
El siglo XX trajo transformaciones importantes. Después de la Segunda Guerra Mundial, se abrió un poco más el terreno sexual en muchas sociedades occidentales: la revolución sexual de los años 60 y 70, movimientos feministas, liberación sexual, etc., propiciaron una reflexión sobre el sexo como algo menos tabú, al menos en lo teórico. Gracias a eso, obras literarias, películas y artistas empezaron a incorporar motivos BDSM de forma más explícita o al menos sugerente. Algunos hitos:
a) Películas basadas en obras eróticas famosas: como Venus in Furs y The Story of O que ya en los 60s y 70s exploraban dinámicas de poder, sumisión, dominación.
b) 9½ Weeks (1986): una película que alcanzó audiencias amplias, con erotismo y sugestión, incluyendo dinámicas de control y sumisión.
c) Artistas musicales que jugaron con la estética fetichista: Madonna es una de las más señaladas; también bandas como Eurythmics. Letras, videoclips, puestas en escena que incorporan cuero, látigos, dominación simbólica.
En los años 90 y 2000, la visibilidad continuó expandiéndose. Algunos factores clave:
a) Cine y televisión: películas como Secretary (2002) ofrecieron retratos más íntimos, menos sensacionalistas, de relaciones BDSM, explorando sus aspectos emocionales, compromisos, negociaciones de poder, consentimiento, etc. Series de televisión también empezaron a introducir personajes o episodios con prácticas BDSM o dominatrices, aunque a veces estereotipados o usados como choque o comedia.
b) Música y videoclips: como ya se mencionó, artistas populares usaron la estética fetichista como recurso visual. Esto ayuda a diseminar imágenes y vocabulario: el cuero, el látigo, la dominación simbólica, incluso referencias explícitas en letras. Estas imágenes llegan a públicos jóvenes que quizá no consumen literatura erótica o películas “de culto”, pero sí escuchan música, ven videoclips, siguen ídolos.
C) Fashion y fotografía: la moda ha sido un vehículo potente. Diseñadores que han tomado inspiración del fetichismo: corsés, telas brillantes o de vinilo, arneses, accesorios metálicos, estética punk/gótico mezclada con cuero, etc. Pasarelas, editoriales de moda, campañas fotográficas que juegan con los límites de lo provocativo.
d) Publicidad y marketing: curiosamente, el BDSM ha sido usado como provocación comercial: anuncios con temas “edgy” que insinuaban dominación, fetichismo, etc. Algunas campañas fueron censuradas o polémicas, pero el hecho de que se intentaran muestra que el tema tiene cierta resonancia cultural.
Quizá uno de los factores más decisivos para que el BDSM pasara de lo marginal a algo presente en la cultura pop fue la revolución digital.
a) Las comunidades en línea: foros, sitios especializados permitieron que personas de todo el mundo compartieran experiencias, aprendieran prácticas, hablaran de consentimiento, de roles, etc. Esa red de “kinksters” digitales hizo que la cultura BDSM no estuviera confinada a lo local, al bohemio o clandestino.
b) Las redes sociales visuales: y plataformas de video/videoclips ( YouTube, Instagram, TikTok, etc.) permiten mostrar estética, moda, accesorios, roles, decoración de espacios, etc. Aunque con restricciones de contenido, la idea se difumina: lo que antes era oculto comienza a filtrarse.
c) El acceso al porno también ha sido crucial: la pornografía con elementos BDSM, fetichismo, etc., existe desde hace décadas. Sin embargo, con internet se volvió mucho más accesible (principalmente, por la irrupción de las webcams porno y las plataformas del tipo OnlyFans).Esa accesibilidad produce conocimiento, curiosidad, así como malos entendidos.
Un hito que no puede pasarse por alto es Fifty Shades of Grey (la novela de E. L. James, publicada en 2011, y luego convertida en película). Fue un fenómeno mundial: ventas gigantes, enorme visibilidad, debates mediáticos, memes, críticas, hasta parodias. ¿Por qué fue tan influyente?
a) Llegó a un público muy amplio: muchas lectoras que quizá no tenían experiencia previa con literatura erótica ni con prácticas BDSM. Lo que hizo fue introducir una narrativa romántica/erótica con un hombre dominante, sumisión consentida, pero también con elementos de tensión emocional.
b) Generó conversaciones públicas sobre BDSM: qué es consentimiento, cuáles son las normas de seguridad, dónde está la línea entre lo erótico y lo abusivo.
c) También despertó críticas fuertes: muchos señalaron que la obra confunde dominación con abuso —o normaliza expectativas poco realistas —; además, que pinta una visión bastante heteronormativa de la dinámica.
A medida que BDSM ganó visibilidad, también cambiaron las representaciones:
a) Estética aceptada: lo fetichista infiltrado en la moda mainstream. Corsetería visible, materiales brillantes, cuero, vinilo, ropa con cierres visibles, arneses como accesorios. Lo que antes se consideraba “erótico extremo” ahora sirve de moda provocativa.
b) Lenguaje difundido: palabras como “Dom”, “Sub”, “sumisión”, “dominación”, , “safe word”, etc., han entrado en el idioma común de quienes consumen cultura pop, hacen memes, leen reseñas, siguen influencers. Incluso obras no centradas en BDSM usan metáforas de esos términos.
c) Diversidad y representaciones más matizadas: con la expansión digital, hay más representaciones que se preocupan por el consentimiento, los límites, las negociaciones de roles. También hay mayor visibilidad de dinámicas más allá de lo heterosexual tradicional, incluyendo parejas LGTBIQ+, prácticas entre iguales, prácticas de dominación femenina a través de los videochats porno, etc. Al mismo tiempo, no todo es “bueno” ni perfecto; muchas representaciones siguen siendo problemáticas.
d) Normalización parcial: en muchos entornos, aunque el BDSM no esté del todo aceptado y siga siendo tabú en algunos, ya no produce escándalo automático. Algunas prácticas más suaves (bondage ligero, roles, BDSM soft) son aceptadas dentro de fantasías románticas, literatura erótica, los videochats eróticos, cine “erótico romántico”, etc.
Varios cambios en la sociedad han facilitado que BDSM pase de lo oculto a lo visible:
a) Democratización del conocimiento y de medios: internet, redes sociales, plataformas de streaming, sitios los videochats porno, publicación independiente, etc., permiten que quienes tienen interés en BDSM encuentren información, comunidad, ejemplos, sin depender de medios tradicionales que antes habrían censurado o ignorado estas expresiones.
b) Cambios en la moral pública: una mayor apertura hacia el erotismo, sexualidades diversas; menores sanciones sociales por expresiones sexuales, al menos en algunos países.
c) Economía de la provocación y lo espectacular: lo provocativo vende; lo “edgy” llama la atención. La industria del entretenimiento y la moda han descubierto que tocar temas sexuales marginales (fetichismo, sumisión, dominación) genera polémica, atención mediática, curiosidad, lo que puede traducirse en audiencia o ventas.
d) Salud mental, autocuidado, psicología sexual: cada vez más personas, profesionales y medios hablan de sexualidad no sólo como acto físico sino como dimensión emocional, psicológica, de placer, riesgo, límites, bienestar. En este contexto, explorar el BDSM de forma segura puede verse como parte de la exploración personal o de pareja.
El BDSM ha dejado de ser una práctica marginal completamente oculta para convertirse en un componente reconocible —y a veces polémico— de la cultura pop. No porque todos lo aprueben, sino porque ya no es algo que pueda ser ignorado, gracias a múltiples factores: la revolución sexual, internet, las webcams eróticas, los movimientos sociales, artistas que lo incorporan, el boom comercial de obras como Fifty Shades, la moda, la publicidad, y una sociedad que cada vez más acepta discutir lo que antes se mantenía en secreto. La visibilidad tiene beneficios: puede disminuir el estigma, permitir que quienes tienen deseos o prácticas BDSM encuentren comunidad y recursos seguros, abrir espacios de diálogo sobre consentimiento, sexualidad diversa, placer. Pero también tiene riesgos: simplificaciones, apropiaciones, representaciones irresponsables, confusión con violencia real, presiones sociales. Al final, identificar cómo se presenta el BDSM en la cultura pop entraña una pregunta ética: ¿qué tipo de BDSM estamos viendo? ¿Es consensuado? ¿Está bien informado? ¿Representa una variedad de experiencias o solo un ideal estereotipado? Si la cultura pop lo incorpora bien, puede servir para normalizar prácticas sexuales más seguras, diversas y respetuosas. Si lo hace mal, puede reforzar mitos dañinos.